Áncash, con sus imponentes montañas y profundos valles, es el escenario perfecto para relatos de misterio y belleza sobrenatural. En este entorno, donde la naturaleza domina, las leyendas cobran una fuerza particular.

La Llorona de

El pueblo de Yungay, bajo la sombra del Huascarán, es el centro de una de las leyendas más desgarradoras de Áncash. Tras el alud de 1970 que enterró el antiguo pueblo, los sobrevivientes y visitantes han reportado oír los lamentos de una mujer. Se cree que es el espíritu de una madre que perdió a sus hijos en la catástrofe y que ahora vaga por las noches buscando a sus seres queridos entre las piedras y escombros del viejo Yungay.

El Muki de la Mina

En las profundidades de las minas de carbón de Áncash, se habla del Muki, un pequeño ser con características de duende que protege los yacimientos minerales. Los mineros respetan y temen al Muki, ya que se dice que puede traer fortuna o desgracia. Para aplacar su espíritu, los trabajadores le ofrecen pequeñas ofrendas, como coca y aguardiente, esperando mantenerlo contento y evitar sus travesuras o venganzas.

Los Ojos del Pastor

En las alturas de las montañas de Áncash, una leyenda cuenta sobre un pastor que encontró una cueva secreta llena de luz y tesoros incalculables. Sin embargo, al intentar llevar consigo solo una pequeña pieza de oro, quedó ciego de manera instantánea como castigo por su avaricia. Desde entonces, se dice que los ojos brillantes del pastor pueden verse en algunas noches cerca de la cueva, como una advertencia para aquellos que buscan enriquecerse con los secretos de los Andes.

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