María vivía en un pequeño pueblo rodeado de leyendas y supersticiones. Una de las más temidas era la del Susurro en la Oscuridad, una presencia que, según los ancianos, se llevaba a los niños que se quedaban despiertos después de la medianoche. María nunca había creído en esas historias, hasta que una noche todo cambió.
Era una fría noche de invierno, y María estaba sola en casa porque sus padres habían ido a visitar a unos familiares. Decidió quedarse despierta hasta tarde viendo una serie de terror en la televisión, sintiéndose valiente. Justo cuando el reloj marcó la medianoche, la electricidad se cortó de repente, dejando la casa en una oscuridad total.
Intentó encontrar su linterna, pero en lugar de eso, escuchó un susurro suave, casi imperceptible, que parecía provenir de todas partes. «María…» susurraba la voz, lenta y arrastrada. Pensando que era su imaginación, María se dirigió a la cocina para buscar velas, pero el susurro se hizo más fuerte y más insistente.
«María… ven conmigo…»
Cada vez más asustada, María trató de ignorar la voz y se encerró en su habitación, tratando de recordar las oraciones que su abuela solía recitar en momentos de miedo. El susurro continuó, ahora acompañado por suaves golpes en la puerta de su habitación. «María… no te escondas de mí…»
Desesperada, comenzó a rezar en voz alta, pero el susurro se transformó en una risa macabra que llenó la habitación. Los golpes se hicieron más fuertes, hasta que la puerta se abrió de golpe. Una figura alta y oscura, con ojos que brillaban en la penumbra, estaba en el umbral. La figura extendió una mano hacia María, y un frío inhumano llenó la habitación.
Antes de que pudiera gritar, la figura se desvaneció, dejando tras de sí un rastro de ceniza y el eco de su risa. Al día siguiente, los padres de María la encontraron inconsciente en el suelo de su habitación, con una expresión de terror en su rostro. Aunque despertó, nunca pudo hablar de lo que vio esa noche.
Desde entonces, María nunca volvió a quedarse despierta después de la medianoche, y cada vez que escuchaba un susurro en la oscuridad, se cubría los oídos y rezaba para que el Susurro en la Oscuridad no volviera por ella.