Marta se mudó a una antigua casa victoriana, intrigada por su historia y su arquitectura. La casa estaba llena de grandes espejos antiguos, cada uno más ornamentado que el anterior. Desde la primera noche, Marta notó algo extraño en los espejos: su reflejo a veces parecía no coincidir con sus movimientos.
Al principio, pensó que era su imaginación, pero una noche, mientras se cepillaba el cabello, su reflejo no hizo lo mismo. En lugar de eso, sonrió maliciosamente y se movió hacia ella. Marta se congeló de miedo. Los espejos comenzaron a vibrar y las luces parpadearon. De repente, uno de los espejos se rompió, y una figura oscura salió de él.
La figura tenía la apariencia de Marta, pero sus ojos eran completamente negros y su sonrisa, grotescamente torcida. La figura se movió hacia ella, extendiendo la mano. Marta intentó retroceder, pero fue atrapada por una fuerza invisible que la arrastró hacia el espejo roto. Sintió como si su cuerpo se desintegrara mientras era absorbida por el cristal.
El reflejo malvado de Marta salió del espejo, ajustándose el cabello con una sonrisa de satisfacción. Desde entonces, Marta quedó atrapada dentro del espejo, golpeando el vidrio y gritando en silencio. Su reflejo ahora vivía su vida, imitando perfectamente sus movimientos, pero con una maldad latente en sus ojos.