Ana había tenido un día agotador después del trabajo, se acomodó en su sofá para disfrutar de una noche de películas. Justo a medianoche, su teléfono sonó inesperadamente. Al contestar, solo escuchó un ligero sonido seguido por una voz distorsionada que susurraba su nombre: «Aaaana…». Asustada, colgó rápidamente, pensando que podría ser una broma pesada.
Minutos después, su teléfono vibró de nuevo, esta vez con un mensaje de texto. Al leerlo, se le heló la sangre: «Estoy fuera de tu casa». Se levantó lentamente y miró por la ventana, pero no vio a nadie. Intentó tranquilizarse, pensando que quizá era una coincidencia, pero entonces las luces de la casa comenzaron a parpadear.
El teléfono sonó de nuevo. Con manos temblorosas, Ana contestó. La misma voz, ahora más clara, dijo: «Estoy dentro».
Desesperada, Ana intentó salir, pero la figura la alcanzó. Sus vecinos encontraron la puerta principal abierta y la casa vacía. Ana nunca fue vista de nuevo.