Carlos se mudó a un edificio antiguo, atraído por su encanto y su renta económica. Pronto notó que su vecina, una anciana de aspecto frágil, siempre lo observaba desde su ventana, sin parpadear. Cada vez que pasaba por su puerta, sentía una presencia extraña, como si alguien lo estuviera vigilando.
Una noche, escuchó ruidos extraños provenientes del apartamento de la anciana. Decidió investigar, pensando que ella podría necesitar ayuda. Al tocar la puerta, esta se abrió lentamente. La oscuridad reinaba en el interior, y un frío intenso lo envolvió al entrar.
En la sala, descubrió algo perturbador: las paredes estaban cubiertas de fotos de él, desde su infancia hasta ese mismo día. No podía entender cómo la anciana tenía esas fotos. Escuchó una risa macabra detrás de él y, al volverse, la anciana estaba allí, con ojos negros y una sonrisa que le heló la sangre.
La anciana comenzó a hablar en un susurro: «Te he observado toda tu vida, y ahora te llevaré conmigo». Carlos intentó huir, pero la puerta se cerró de golpe. Sintió que algo lo arrastraba hacia las sombras. Los vecinos escucharon sus gritos, pero nadie se atrevió a entrar.
Al día siguiente, el apartamento de la anciana estaba vacío, y Carlos había desaparecido sin dejar rastro. La policía nunca encontró evidencia de su existencia en el edificio. Los nuevos inquilinos del apartamento siempre mencionan la sensación de ser observados, especialmente por una anciana de ojos oscuros que aparece en sus sueños.